La brisa loca trajo la frescura a esa terraza que con sus toques griegos se complementa perfectamente con el azul Caribe. Por cuatro noches preferí dormir afuera arrullada por el mar y despertándome con el sonido de las gaviotas y la vista de los pescadores lanzando sus redes.
Ese enero fui invitada al paraíso, a un remanso de paz de mil celestes con aroma a café orgánico de Minca, a pargos del Magdalena y a cocos de cualquier orilla de la “bahía más linda de América”, como se le dice a Santa Marta.
Por empezar la estructura e interiores de este icónico edificio del sector del Rodadero están inspirados en un barco, esto implica encontrarse con escaleras de madera perfectamente lustradas, claraboyas aquí y allá y cañerías a la vista de color azul eléctrico que contrastan con los verdes intensos del paisajismo con el que cada vecino ambienta sus puentes y entradas.
En este apartamento del último piso, las puertas se mantienen siempre abiertas para que corra la brisa marina y refresque la sala comedor con vista a los cerros que bordean la playa.
En el interior, la pureza relajada de los textiles crudos de la Sierra Nevada envuelven los ambientes de un halo místico y combinan perfectamente con la frescura de los pisos de mármol blanco. El armario/perchero de la entrada funciona casi sin querer como una fantástica colección de las artesanías étnicas de la región.
La ambientación, que estuvo a cargo de la dueña de casa, se adapta a cada momento sutilmente. Los objetos traídos de viajes alrededor del mundo se complementan con las artesanías locales: mochilas y bolsas tejidas, hamacas, abanicos y canastos. Los muebles son la mayoría de madera y aportan el contraste cálido a tanta frescura. El desayuno se sirve en una mesa de exterior de la terraza cuando todavía el sol no está tan fuerte.
Al mediodía, en la cocina se conjugan los sabores de la costa colombiana que se sirven en la mesa redonda con sillas Thonet mientras los ventiladores de techo hacen lo que pueden con el calor tropical.
En la habitación principal la ducha al aire libre es uno de los toques especiales de la casa, se vuelve ideal para las noches estrelladas. La vista al mar y a los cerros rodea gran parte del cuarto, que también dispone de un sofá, una hamaca y una hermosa librería en altura.
Por la tarde, los kioskos sobre la playa ofrecen el mejor spot para ver atardeceres rosas y naranjas. A la noche los faroles se encienden y el aroma a citronela anuncia el verano pleno. Es hora de salir al centro a tomarse un cóctel y bailar salsa, pero sobre eso les daré más datos en un post dedicado a Santa Marta.
En resumen, mantenerse fiel a las costumbres y los usos cotidianos, disfrutar de los pequeños placeres y dar paso a las líneas despojadas pero con sentido, parecen ser las reglas de estilo de este hogar que enamora a todos los que tienen la oportunidad de conocerlo.
Espero que les haya gustado esta casa real en el Caribe, y esperen más edición playa en los próximos posts!
Saludos,
Mechy
perfecta descripcion que me obliga a regresar ya, ahora . gracias por la recomendacion porque nos enamoramos definitivamente todas
Me gustaMe gusta